Aunque hace semanas las entradas agotadas auguraban un público incondicional para el primero de los cuatro conciertos del tour «Cómplices 2008», que trajo de vuelta a Luis Miguel a Chile, las cosas no comenzaban bien para el ídolo latino anoche en el Movistar Arena.
Mientras los espectadores gritaban impacientes apenas los relojes marcaron las 21:00 PM, hora anunciada para el inicio del show, el cantante recién abandonaba su reclusión de los últimos tres días en el Hotel Ritz a las 21:30 horas. Finalmente, el concierto empezó con 50 minutos de retraso, pero poco importaba: El público, casi exclusivamente femenino, cayó rendido a sus pies.
Y el astro, que mostraba su cara en Chile por primera vez en 72 horas, compensó la espera con un show perfecto del primer al último acorde, acompañado por una banda de gran nivel, siempre a su servicio, y con los acostumbrados pero efectivos recursos de sus espectáculos: se cambió cuatro veces de ropa arrancando gritos histéricos de las presentes (alternó chaquetas negras y blancas, y terminó con una polera negra que mostraba su mejorado estado físico); regaló rosas blancas a las primeras filas y recibió más flores y regalos de vuelta; y combinó con eficacia su extenso y conocido repertorio.
Baladas y canciones más pop pasaron por el escenario, pero los puntos cúlmines los marcaron los pocos boleros que cantó, los mismos con que él se encargó de resucitar el genero en la década de los noventa («No Se Tú», «El Día Que Me Quieras»), y sus antiguos éxitos «de hace 28 años», como él mismo comentó, bromeando con el paso del tiempo.
«La chica del bikini azul», «Ahora te puedes marchar», «Decídete», «Los muchachos de hoy» y otras viejas canciones en formato medley desataron la euforia de las asistentes.