(La Seguna) Luis Miguel se encerró en el hotel y pidió pollo light; fans brillaban por su ausencia.
El astro mexicano que canta en el Movistar Arena, el jueves, viernes y sábado comió anoche con su mánager en un restorán del Ritz-Carlton, donde se hospeda. Quedó tan fascinado con el vino que tomó, que compró ocho botellas. En las afueras del hotel, sólo había barreras papales. Los transeúntes observaban curiosos, pero ni una fanática lo esperaba.
Luis Miguel ha logrado esa calma que tanto anhelaba durante su estadía en Chile.
De hecho, no había ni siquiera un fan esperando en las afueras del Hotel Ritz-Carlton. Extraño, considerando que lleva desde el domingo encerrado tras llegar de incógnito durante la madrugada.
La agenda del cantante es apretada: actuará mañana, jueves, viernes y sábado, en una serie de conciertos donde presentará «Luis Miguel2, un disco que celebra sus 40 años.
Su visita ha estado marcada por el hermetismo: no da entrevistas, tampoco sale del hotel y sólo se contacta con el personal que lo acompaña en la gira.
Este perfil bajo incluye también las habitualmente excéntricas peticiones de los artistas de gira.
A su habitación pidió anoche platos light: consomé de pollo y pollo con vegetales. En la noche bajó con su mánager al restorán del hotel, Wine 365 (porque tiene 365 vinos chilenos).
Allí picaron una tabla de queso y maní y tomaron pisco sour y vino. El astro mexicano quedó tan fascinado con la variedad que probó, que en la tienda del lugar compró ocho botellas del tipo.
Ayer también disfrutó del spa, donde los otros huéspedes presentes no lo interrumpieron ni molestaron. En tanto, esta mañana desayunó en su pieza.
Sin fans
Son las 10:00 y en la entrada del hotel Ritz-Carlton no hay ninguna señal de su presencia. Ni encargados de prensa, asistentes o músicos de su banda. Nada hace pensar que el artista mexicano se encuentre acá.
Excepto, claro, las barreras papales en la entrada. Las mismas que protegieron la integridad de los Jonas Brothers hace dos semanas de la avalancha de niñas gritando sus nombres. Acá, en cambio no hay nadie. Ni una sola fan.
La patrulla de Carabineros, instalada a un costado, confirma el dato: no se han acercado fans en toda la mañana.
Esto no significa que los transeúntes no sepan quién se hospeda ahí. Nanas, ejecutivos y oficinistas miran con curiosidad, comentando lo extraño del panorama: muchas medidas de seguridad y ningún grupo de admiradores coreando por «Luismi».
Una señora se ríe y dice: «Sigue tan pesadito, pero canta tan bien…».